Acompáñanos entre pinceles, risas y escenas musicales mientras dibujamos a las inseparables amigas de Mamma Mia! y tejemos una reseña muy personal sobre esta icónica película. No sólo porque es mayo y todo a nuestro alrededor nos recuerda el Día de la Madre, sino porque esta historia, a su manera, también nos habla de las que están, las que se fueron y las que nunca tuvimos.
Sabemos que este video llega después de la fecha señalada. Pero no podíamos fingir alegría ni disfrazar una emoción que no habitamos. Para nosotras, el Día de la Madre no es una celebración… es una grieta que se vuelve a abrir. No somos hijas de una madre presente. Somos hijas del silencio, de lo no dicho, de lo que faltó y ya no se puede nombrar.
Este día no trae flores, trae peso. Y aunque en algunos países la fecha aún no ha llegado, para muchas, la tristeza ya se ha instalado. Si este video también les llega tarde, lo sentimos. Pero nos era imposible hablar desde un lugar que no fuera este: el de la verdad.
Y sin embargo, no vinimos solo a hablar de la ausencia. Venimos a crear, a compartir y a invitarles a ver una película que, si tienen la dicha de tener a sus madres cerca, pueden disfrutar con ellas. *Mamma Mia!* es una historia de amor, de amistades eternas, de música que abraza… y sí, también de madres e hijas.
Nosotras la vimos entre hermanas, entre risas y lágrimas. Y aunque no tuvimos con quién compartirla en ese sentido, creemos de corazón que vale la pena verla en el Día de la Madre. Porque a veces, el arte dice lo que a una le cuesta tanto poner en palabras.
Una reseña desde la nostalgia
Ni Yesica ni yo crecimos con la imagen clásica de una madre protectora, amorosa y presente. No celebrábamos el Día de la Madre con desayunos sorpresa ni tardes de compras cómplices. De hecho, siempre hemos sentido cierta envidia por quienes sí lo hacían. Una madre que se interese por ti sin que se lo pidas, que se ría contigo, que te mire con ternura… esa figura nos resulta tan lejana como deseada.
Pero no vinimos a escribir sobre eso. No hoy.
El hallazgo inesperado: Mamma Mia!
A comienzos de esta semana, agotadas de ver las mismas series de siempre (sí, incluso Pokémon), decidimos buscar algo distinto. Entre tantas opciones apareció Mamma Mia!, esa película musical de 2008 que Angelica recordaba con cariño de su infancia. Yo, en cambio, jamás la había visto. No me llamaba la atención. Pero, en un impulso de nostalgia por la fecha, pensé: ¿Y si la vemos ahora, en el mes de las madres?
Nos pusimos cómodas, preparé café con canela, y dimos play.
Primera impresión: ¿Demasiado canto?
Confieso que los primeros minutos fueron difíciles. La película es prácticamente un musical continuo: un diálogo, una canción, otro diálogo, más música. Al principio me frustraba. Sentía que estaba viendo una obra de teatro grabada. Pero poco a poco me dejé llevar. Porque a pesar de lo repetitivo del formato, la historia tenía momentos dulces, intensos y hasta absurdamente humanos.
¿De qué trata Mamma Mia!?
Para quienes no la conocen: Mamma Mia! es una comedia romántica basada en las canciones del grupo ABBA. La trama gira en torno a Sophie, una joven a punto de casarse en una paradisíaca isla griega. Sin saber quién es su verdadero padre, invita a tres hombres del pasado de su madre, Donna, con la esperanza de descubrir la verdad. Y claro, todo se vuelve un caos encantador.
Pero más allá de los enredos amorosos, Mamma Mia! es una carta de amor a la libertad femenina, la amistad verdadera y la maternidad imperfecta pero auténtica.
Donna: la madre que nos hubiera gustado tener
Ver a Donna en Mamma Mia! fue como asomarnos, por un instante, a una vida paralela. Una donde una madre no solo está presente, sino que es pilar, refugio, faro.
Una vida que nosotras —como hermanas, como mujeres que crecieron sin una figura maternal cercana— envidiamos con el corazón encogido.
Porque Donna no es perfecta.
Y quizás por eso mismo, es tan poderosa.
A lo largo de la película, la vemos hacer lo que tantas mujeres reales hacen en silencio: sostener el mundo con sus propias manos.
Crió a su hija sin saber quién era el padre, reconstruyó su vida desde el abandono y transformó unas ruinas deterioradas en un hotel frente al mar con pura determinación y ternura.
Una ternura sin discursos, sin adornos, sin frases hechas.
Una ternura que se demuestra en acciones, no en palabras.
Nos tocó profundamente el momento en que le dice a Sophie, su hija:
“No necesitas casarte ahora. Tienes toda una vida para encontrar tu camino.”
Y lo hace sin gritos, sin manipulación, sin imponerle una forma de vivir. Solo con ese amor sereno, ese amor que no tuvimos, pero que imaginamos tantas veces.
Ahí fue cuando nos miramos y dijimos:
“Eso es ser madre. Eso es amar.”
Y sí, lo decimos con cierta envidia. Porque aunque nuestra historia no es igual, nos hubiera gustado tener una madre como Donna.
Alguien que te apoye sin condiciones.
Alguien que no te juzgue por crecer diferente.
Una mujer fuerte, pero no por haberlo sufrido todo, sino por haber elegido no endurecerse del todo.
Donna nos recordó a esas mujeres reales, invisibles en nuestra infancia, que luchaban por criar solas, sin manuales ni red de apoyo.
Madres que existían en otras casas, en otras películas, en sueños ajenos.
Y aunque no fuimos niñas educadas por madres presentes, aprendimos viendo este tipo de historias que si algún día llegamos a ser madres, lo haríamos diferente.
Respetaríamos la época de nuestros hijos, sus tiempos, sus búsquedas.
No compararíamos su presente con nuestro pasado, como tantas veces hicieron con nosotras.
No repetiríamos el ciclo.
Mamma Mia! nos enseñó eso.
Que el amor real no se grita, se construye.
Que la familia no se basa en estructuras, sino en sostenerse.
Que hay madres que enseñan con su forma de vivir, no con sermones.
Y aunque al final de la película Donna canta, ríe, ama y deja que su hija decida, la verdadera canción que nos marcó fue su existencia.
Una existencia que, aunque ficticia, nos sanó un poco.
Nos hizo soñar con la madre que nunca tuvimos,
y con las mujeres que quizás podamos llegar a ser.
“Dancing Queen”: el grito de libertad
Hay momentos en el cine que no solo se ven: se sienten.
Escenas que no solo cuentan una historia, sino que tocan algo muy íntimo, muy humano.
Y en Mamma Mia!, una de esas escenas es, sin duda, cuando comienza a sonar “Dancing Queen”.
Donna, abatida, sin rumbo, cargando el peso de los años, de los recuerdos, de un hotel que se cae a pedazos y una hija a punto de casarse sin aviso, se sienta vencida.
Pero entonces, aparecen sus inseparables amigas: Tanya y Rosie, esas mujeres que, aunque diferentes en todo, coinciden en lo esencial —el amor incondicional, el apoyo sin condiciones, y la risa que todo lo cura.
Ellas no llegan con consejos. Llegan con música.
Y de pronto, el ambiente cambia. El silencio triste se transforma en ritmo, en carcajada, en una celebración salvaje de la vida.
“Dancing Queen” comienza a sonar y, con ella, se desata una de las secuencias más liberadoras del cine musical.
Las tres mujeres —maduras, imperfectas, cansadas pero radiantes— reviven esa juventud que nunca perdieron del todo, solo habían dejado a un lado para atender los mil deberes que impone la adultez.
Se visten con ropa vieja, se pintan con colores brillantes, se ríen de sí mismas, brincan sobre las camas como niñas, corren por el jardín sin vergüenza alguna, y acaban sumergidas en el mar, empapadas de vida.
Es imposible no dejarse llevar por esa escena.
Reímos con ellas. Y lloramos también.
Porque esa libertad que ellas celebran no es solo de ellas.
Es la libertad que muchas mujeres han perdido al crecer, al criar, al amar, al sobrevivir.
“Dancing Queen” se convierte, entonces, en un grito universal.
Un grito que dice: aún puedes ser tú, aún puedes brillar, aún puedes bailar.
No importa si tienes 17 o 57. No importa si fuiste madre, hija, esposa, jefa o amiga.
Siempre habrá un momento para bailar tu verdad.
La amistad entre Donna, Tanya y Rosie es, además, un canto hermoso a esos lazos femeninos que salvan.
A esa sororidad profunda que se expresa en abrazos, en risas, en tonterías compartidas y en bailes que curan heridas invisibles.
Y al verlas, no pudimos evitar sentir una mezcla de ternura y envidia.
Porque su complicidad es rara, genuina, poderosa.
Y en medio de su danza loca y hermosa, nosotras —como hermanas— nos miramos y pensamos:
“Ojalá todas las mujeres pudieran sentirse así alguna vez en su vida.”
Mamma Mia! habla de muchas cosas: del amor, del pasado, de los errores, de la maternidad, de los sueños.
Pero esta escena, “Dancing Queen”, es un resumen de todo eso envuelto en alegría pura.
Por eso, si alguna vez quieres celebrar el Día de la Madre —o simplemente celebrar a las mujeres que te dieron fuerza, incluso si no fueron tus madres biológicas— esta película es una elección perfecta.
Y aunque Donna es una madre soltera, el mensaje trasciende ese detalle: se trata de amar sin ataduras, de criar con libertad, y de acompañar sin juzgar.
Incluso si creciste sin una madre como Donna, verla te hace soñar con una.
Y, quizá, soñar con ser una diferente el día de mañana.
Así que sí:
“Dancing Queen” no es solo una canción. Es una invitación.
A bailar. A sanar. A recordar quién eres.
Y a hacerlo con quienes te aman de verdad.
¿Y lo que no nos encantó?
Sí, tiene sus fallas. La relación entre Sophie y sus amigas está apenas esbozada. El matrimonio se siente apresurado y algo superficial. Las canciones, aunque brillantes, a veces interrumpen el ritmo. Y la ambigüedad sobre quién es el verdadero padre puede frustrar a algunos espectadores. Además, no conectamos emocionalmente con Sophie como personaje… parecía una niña caprichosa más que una mujer en búsqueda de verdad.
Pero nada de eso opaca el corazón de la película.
Nuestras canciones favoritas
- “Dancing Queen” – un canto de poder y alegría y renacer femenino
“You can dance, you can jive, having the time of your life…”
Esta canción no solo es pegajosa: es una declaración de libertad emocional. En la película, Donna está abrumada, desmotivada, pero cuando sus amigas la animan a cantar esta canción, algo se enciende en ella. Baila, ríe, corre por la isla, contagiando a todas las mujeres que encuentra.
Mensaje:
- Nunca es tarde para reconectar con tu fuerza interior.
- Bailar y reír también son actos de resistencia.
- El pasado no te define: aún puedes ser reina de tu vida.
¿Por qué impacta?
Porque ver a mujeres adultas jugar, ser ridículas y auténticas en pantalla rompe con estereotipos. Y porque todas hemos necesitado alguna vez un recordatorio de que todavía somos esa chica que bailaba sin miedo frente al espejo.
- “Mamma Mia” – divertida, nostálgica y llena de ritmo y el eco del pasado
“Mamma mia, here I go again, my my, how can I resist you?”
Esta canción aparece cuando Donna se encuentra con sus tres ex amores al mismo tiempo. El caos, el nerviosismo, la sorpresa… todo se mezcla con esa melodía tan conocida.
Mensaje:
- El amor del pasado nunca desaparece del todo.
- El corazón recuerda incluso lo que la razón quiere olvidar.
- Reencontrarte con tu historia puede doler, pero también libera.
¿Por qué conecta?
Porque todos tenemos un “Mamma Mia”, ese amor que vuelve cuando menos lo esperas, que te saca de equilibrio y te recuerda que sigues sintiendo. Y esta canción captura ese momento a la perfección: nostálgico, impulsivo, intenso.
- “Lay All Your Love on Me” – sensual y juguetona y vulnerabilidad
“Don’t go wasting your emotion, lay all your love on me.”
En la película, Sophie y Sky comparten esta escena en la playa, rodeados de sensualidad y romance. Es un juego de atracción, pero también una súplica: ámame solo a mí, no lo arruines.
Mensaje:
- El amor joven tiene deseo, pero también inseguridad.
- Amar es abrirse, pero también temer no ser suficiente.
- Habla del miedo a perder a alguien cuando lo deseas tanto.
¿Por qué emociona?
Porque mezcla dos cosas muy humanas: el deseo físico y el temor emocional. Y lo hace con una estética divertida, entre risas y besos en la arena, sin perder la fragilidad que es entregarse.
- “Take a Chance on Me” – nos sacó una carcajada con Rosie persiguiendo a Bill.
Romance espontáneo, divertido y valiente
“If you change your mind, I’m the first in line…”
Rosie canta esta canción a Bill, en una escena cargada de humor y ternura. No hay poses, ni glamour: es una mujer mayor, libre, que expresa su deseo con gracia y sin miedo al rechazo.
Mensaje:
- El amor también es atreverse, incluso si haces el ridículo.
- No hay edad para enamorarse ni para ser valiente.
- Amar puede ser un juego si sabes reírte de ti misma.
¿Por qué hace reír?
Porque Rosie se lanza sin filtros, de forma torpe y honesta. Nos recuerda que muchas veces el verdadero romance nace del humor, no del drama. Y que si no te atreves, nunca sabrás.
- “Does Your Mother Know” – Tanya, coqueta y libre, sin complejos.
Seducción con poder, madurez con picardía
“You’re so hot, teasing me, but I can’t take a chance on a kid like you.”
Tanya, elegante y empoderada, es cortejada por un chico mucho más joven. Pero ella, segura de sí misma, le responde con esta canción: coqueta, sí, pero con límites claros.
Mensaje:
- La experiencia también seduce.
- No todo coqueteo lleva al romance: también puede ser un juego.
- Habla del autocontrol, del poder de elegir, del saber cuándo decir no.
¿Por qué brilla?
Porque Tanya no se deja impresionar ni presionar. Se ríe, disfruta, y sigue adelante. Es un himno a la mujer que ya no busca aprobación, que juega desde su centro, no desde la carencia.
Y sí… esa canción en la que las protagonistas dicen que quieren un hombre rico nos hizo reír por lo mucho que nos identificamos.
¿Qué nos dejó esta película?
Mamma Mia! nos enseñó que no hace falta tener una madre perfecta para valorar la maternidad. Que ser madre puede significar estar, sostener, abrazar sin juicio. Que las amigas también son familia. Y que bailar, aunque sea sola en tu cuarto, puede ser un acto de sanación.
En este mes de las madres, si tú tuviste una mamá fuerte, amorosa, presente: abrázala. Y si no la tuviste, permítete llorarla, buscarla en otras mujeres, incluso en una película musical de hace 15 años.
Nosotras la encontramos, por un ratito, en Donna.
¿Ver o no ver Mamma Mia!?
Sí. Con amigas. Con tu madre. Con una copa de vino o chocolate caliente. Con ganas de cantar y bailar, aunque desafines. No es perfecta, pero como muchas madres del mundo, hace lo que puede con lo que tiene. Y eso la hace inolvidable.
Y ahora les toca a ustedes…
Queremos saber si ustedes también han visto Mamma Mia! y qué les dejó en el corazón.
Déjennos en los comentarios sus respuestas, sus momentos favoritos, las canciones que no pudieron sacarse de la cabeza, y sobre todo: ¿con qué personaje se identificaron más?
Nosotras ya dejamos las nuestras aquí, con toda el alma.
Porque como ya saben…
Pequeñas preguntas, grandes reflexiones: Nosotras y Mamma Mia!
¿Qué fue lo que más nos conmovió y nos hizo amar esta película?
Sin duda, la amistad genuina entre Donna, Tanya y Rosie. Esa conexión inquebrantable, divertida y libre entre mujeres que no compiten, no se juzgan, ni se excluyen. Se acompañan con risas, con bromas, con historias compartidas y cicatrices que ya no duelen porque están curadas con amor. Nos hizo pensar en lo necesario que es tener a tu lado a mujeres que te abracen tal como eres, con las que puedas llorar sin explicar nada, y bailar sin ninguna vergüenza. Nos hizo pensar en nuestro propio concepto del feminismo: el que no grita eslóganes, pero construye refugios entre amigas.
¿Qué fue lo que menos nos gustó… al menos al principio?
Lo confesamos: al comienzo, nos pareció agotador que cantaran tanto. ¡Cada dos escenas estallaba una canción! Fue divertido durante los primeros veinte minutos, pero luego sentimos que estábamos viendo más un espectáculo de teatro que una película. En cierto punto, Angelica me miró y me preguntó:
—¿La dejamos hasta aquí?
Y por un momento lo pensé. Pero respondí:
—No, démosle una oportunidad.
Y la verdad, no me arrepiento. La historia se fue abriendo como una flor al sol, y al final, me atrapó completamente. La música que al principio me abrumaba, terminó dándole vida a los sentimientos que las palabras no podían decir.
¿Hubo algún personaje con el que nos identificamos profundamente?
Sí, claro que sí. Con Donna, sobre todo. Porque, aunque no tuvimos una madre así, soñamos muchas veces con lo que habría sido tener a una mujer que nos guiara sin juzgarnos, que nos abrazara sin condiciones, y que nos dijera “haz lo que tú creas que es mejor para ti”. También nos vimos en Rosie, siempre espontánea, divertida, sin miedo a hacer el ridículo si eso trae una sonrisa.
Pero si somos totalmente honestas, las que más se parecían a nosotras… eran las amigas de Donna. Demasiado Angelica y yo: una mezcla de sarcasmo, ternura y ganas de comernos el mundo. Las vimos bailar, gritar, animarse mutuamente… y nos vimos a nosotras mismas reflejadas ahí.
¿Hubo alguna escena que nos hizo llorar, aunque fuera entre risas?
Sí. La escena en la que Donna le canta a Sophie justo antes de la boda. No fue la letra lo que nos rompió, fue la expresión en su rostro, la mirada, el temblor en sus manos, la manera en que acariciaba el rostro de su hija como si aún fuera una niña. Ese amor silencioso, sin grandes discursos, pero lleno de verdad, nos tocó el alma.
Y luego, en la iglesia, cuando Sophie suelta con toda inocencia que su madre “coleccionaba hombres” y Donna se defiende indignada. ¡La cara del sacerdote fue tan graciosa que se nos salieron las lágrimas, pero de la risa! Ese equilibrio entre drama y comedia es lo que hace que esta película sea inolvidable.
¿Qué escena nos hizo reír sin control?
Tanya coqueteando con un chico mucho más joven mientras canta “Does Your Mother Know?” fue todo un espectáculo. Es elegante, segura, descaradamente fabulosa. Cuando rechaza al joven con un “soy demasiada mujer para ti”, Angelica gritó:
—¡Esa soy yo!
Y yo no pude más que reír y decirle:
—Sí, y yo también. A veces siento que tengo que decirles a ciertos chicos: “Podría ser tu abuela, bebé. Ubícate.”
¡Tanya es un personaje que se roba la escena cada vez que aparece!
¿Qué canción no pudimos dejar de cantar después?
Obvio: “Dancing Queen”. Apenas sonaron los primeros acordes, ya estábamos de pie, moviéndonos por la sala como dos adolescentes en pijama. Fue imposible no contagiarse del ritmo, de la alegría, de esa sensación de libertad.
Y cuando llegó “Take a Chance on Me”, con Rosie persiguiendo a Bill… ¡iconicísima! No había mucho que analizar, solo mover el cuerpo y reír con el corazón.
¿Recomendaríamos ver Mamma Mia! en el Día de la Madre?
Sí. Y mil veces sí. Porque más allá de que tengas madre, padre, abuela o una figura materna en una amiga, Mamma Mia! habla del amor verdadero: ese que se demuestra en acciones, no en discursos vacíos. El que está, incluso en silencio.
Nosotras la vimos con palomitas, galletas, hamburguesas, pollo frito… y un hotdog, por supuesto. Hacía tiempo que no teníamos una noche tan deliciosa en tantos sentidos.
¿Qué enseñanzas nos dejó esta película?
Que una madre no necesita ser perfecta, solo presente. Que no hay un manual para criar, solo intención. Que está bien equivocarse, detenerse, empezar otra vez. Que el pasado puede doler, pero no nos define.
Y sobre todo, que siempre hay tiempo para bailar. Incluso cuando todo parece perdido. Incluso cuando sientes que te estás rompiendo por dentro. El baile —como el amor y la amistad— puede ser un acto de sanación.
Una historia que se queda con nosotras
Disfrutamos profundamente compartir este viaje con ustedes. Mamma Mia! no solo nos regaló risas, música pegajosa y escenas entrañables, sino también una oportunidad para reflexionar sobre el amor, la maternidad y la libertad de elegir nuestro propio camino.
Antes de despedirnos, queremos aprovechar para desear un Feliz Día de las Madres a todas las que cuidan con el alma:
A las que parieron, a las que adoptaron, a las que guiaron desde el corazón aunque no haya un lazo de sangre de por medio.
A las que educan con respeto, sin imponer ni condicionar su amor al sacrificio.
A las que no esperan ser recompensadas con cuidados cuando envejezcan, porque saben que el amor auténtico no exige devolución: florece por sí solo.
A todas las mamás no tóxicas del mundo, a ustedes va esta historia, esta película y este día.
Si tienen la oportunidad, véanla rodeadas de quienes aman. Con una manta, algo rico para picar, y el corazón abierto.
Gracias por acompañarnos.
Hasta la próxima reflexión, con música, cine… y mucho corazón.
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