Fanart: inspiración nacida de mis distracciones
Lee nuestros cuentos cortos gratis




Florecer en la ciudad es posible. Descubrí cómo resistir, crear y ser auténtica en un mundo que no siempre escucha tu voz.
A veces, comenzamos a escribir o ilustrar sin tener claro hacia dónde nos dirigimos. Pero hay algo en esa incertidumbre que nos impulsa a seguir, como si cada trazo o palabra fuera una forma de comprender lo que vivimos. Compartir un pedazo de nuestra historia es, para nosotras, una forma de conexión. Porque creemos, profundamente, que nuestras vivencias merecen ser contadas.
Como aquella tarde teñida de crepúsculo, cuando la ciudad vibraba con un pulso distinto.
Me detuve. No solo para observar el movimiento incesante a mi alrededor, sino para sentirlo. El latido eléctrico que brota de cada rincón de esta urbe parecía distinto visto desde nuestros ojos: los de dos mujeres que, desde niñas, se negaron a aceptar las reglas de un mundo que prefería silenciarlas.
Somos angelica y yo. Venimos de una familia donde las decisiones siempre las tomaron los hombres. Pero desde pequeñas, supimos que ese legado no era para nosotras. No nacimos para ser obedientes ni para ocupar un lugar asignado por otros. Queríamos más. Queríamos lo nuestro.

Esa tarde nos encontró en una parada de autobús desbordada de gente, sumidas en el vaivén ruidoso de la ciudad. Fingíamos paciencia, pero la impaciencia era un nudo bajo la piel. El autobús no llegaba, y el aire estaba cargado de impaciencia, bocinazos, conversaciones entrecortadas, pasos rápidos. Todo pasaba, menos el tiempo.
—Respira —le dije, viéndola llevarse una mano al pecho antes de soltar una bocanada de aire largo, profundo.
Ella asintió, sin palabras, mirando las luces parpadeantes que titilaban entre los edificios como estrellas eléctricas atrapadas en la ciudad.
La observé en silencio. Su figura recortada contra los rascacielos, su expresión firme aunque cansada, su presencia como un símbolo de resistencia en medio del caos. Y sonreí. No por costumbre, sino por reconocimiento: sabía que estábamos escribiendo algo importante con nuestra mera existencia.
Nos han enseñado a escondernos, a minimizar nuestros sueños. Pero nosotras decidimos exponernos, ocupar espacio, hacer ruido con nuestras voces y nuestras creaciones. La ciudad —con sus esquinas sucias y sus cielos de concreto— se ha vuelto nuestro escenario. Cada calle recorrida, cada parada, cada encuentro, es parte de una coreografía que se mueve sin guion, pero con propósito.
Hay días en los que nos sentimos perdidas, como si estuviéramos dentro de una pintura mal enfocada, sin forma ni claridad. Pero incluso entonces, seguimos. Seguimos porque sabemos que en cada paso, algo florece. A veces nos detenemos a ver pasar a otras mujeres. Elegantes, decididas, con historias que adivinamos apenas en sus gestos. Y nos reconocemos en ellas.
Lo cotidiano se transforma en extraordinario cuando lo miras con atención. Un reflejo en la ventana. Una frase escuchada al pasar. El roce accidental con una desconocida. Todo puede ser un punto de partida para una historia. Todo tiene algo que decir.
Tal vez estás entre las sombras, contemplando. O quizás corres, sin mirar atrás, porque sabes que si te detienes, el miedo podría alcanzarte.
Tal vez te inspira el caos, o quizás anhelas el campo, donde el cielo es amplio y no hay semáforos que marquen tu paso.
Sea cual sea tu historia, queremos compartir contigo algunos aprendizajes que nos han ayudado a mantenernos firmes:

A lo largo del camino, entre ilustraciones, escritos y días envueltos en la prisa de la ciudad, hemos aprendido que florecer no es un destino, sino un proceso. A veces silencioso, otras veces caótico. Y casi siempre, profundamente íntimo.
No tenemos respuestas universales, pero sí experiencias que queremos compartir con quienes, como nosotras, han sentido que no encajan en los moldes impuestos. Estos consejos no vienen desde la perfección, sino desde la vivencia. Son retazos de momentos en los que dudamos, resistimos y elegimos seguir.
Te los ofrecemos como una ofrenda sincera.
No para decirte cómo vivir, sino para recordarte que no estás sola.
Que crecer, brillar y sanar en medio del ruido sí es posible.
Que aún en esta ciudad veloz y a veces indiferente, existe espacio para florecer… y para hacerlo a tu manera.
Aquí te dejamos estos fragmentos de luz, por si un día los necesitás para reencontrarte contigo.
No permitas que otros te definan. El valor que tienes no depende de etiquetas ni roles heredados. Nosotras somos prueba de que es posible caminar fuera del molde y crear uno propio.
No temas hablar. No temas escribir, cantar, gritar si hace falta. Tu voz no solo tiene peso: tiene poder. Nosotras crecimos entre reglas que exigían silencio, pero aprendimos que quien calla, se pierde. Hoy estamos aquí porque decidimos hablar.
Rodéate de quienes te escuchen sin juzgar. A veces, quienes más nos entienden no comparten sangre con nosotras. Acepta apoyo donde lo encuentres. Es mejor caminar acompañada que fingir fuerza en soledad.
No es ser fuerte todo el tiempo. Es saber cuándo parar, cuándo llorar, cuándo volver a levantarte. En esta ciudad que agota, resistir es también un acto de belleza.
Un atardecer desde la ventana, una canción escrita entre risas, una caminata sin destino. angelica y yo lo hacemos. Vamos al parque, escribimos canciones, las compartimos. Y en esos momentos sencillos, todo cobra sentido.
No lo descubrirás de un día para otro. Pero si algo no te llena, no te quedes. Nos tomó años saber qué queríamos ser, pero siempre supimos qué no queríamos. Ese también es un comienzo.
Ser introvertida, callada, extraña, está bien. No tienes que encajar. Tienes que florecer. Como eres. Sin disfraz.
Estos consejos son una ofrenda. Si estás en búsqueda, tal vez aquí encuentres una chispa.
Queremos acompañarte, no guiarte. Queremos compartir, no imponer.
Porque si algo hemos aprendido, es que el camino se vuelve más claro cuando se camina en compañía.
Juntas, podemos tejer relatos que den sentido a este caos hermoso que es vivir en nuestros propios términos.
A veces creemos que estamos solas en nuestra lucha, pero basta con observar detenidamente para darnos cuenta de que no lo estamos. En cada mirada cruzada con otra mujer en el transporte público, en el leve asentimiento que compartimos al pasar junto a una desconocida en la acera, hay un reconocimiento silencioso, una complicidad tejida por la experiencia común de habitar esta ciudad desde el cuerpo y la voz de mujer.
Una vez, en esa misma parada de autobús, una señora mayor —cabello recogido en un moño apretado, los años escritos en sus manos— se nos quedó mirando. No dijo mucho. Solo murmuró, con una voz ronca por el tiempo:
—Las quiero ver llegar lejos, hijas. No se dejen.
Nos quedamos en silencio. angelica bajó la mirada, con ese gesto que le sale cuando las palabras la tocan más de lo que está lista para admitir. Yo respiré hondo. No sabíamos quién era, ni de dónde venía, pero sí sabíamos lo que significaba. Era como si las voces de nuestras antepasadas —las que resistieron en silencio— nos hablaran a través de ella.
Porque esa es la verdad: no somos las primeras, ni seremos las últimas. Pero elegimos no pasar desapercibidas.
Y entonces el autobús llegó. El rechinido de los frenos, el empujón de la multitud, los cuerpos chocando sin disculpas. Subimos como siempre: una detrás de la otra, cuidándonos la espalda. angelica se sujetó del pasamanos, yo me afirmé en su hombro. Íbamos calladas, pero compartiendo un pensamiento que no necesitaba decirse en voz alta: resistimos.
Cada jornada, cada proyecto, cada post que publicamos, cada canción que compartimos en nuestro canal, cada ilustración que ella crea y cada palabra que yo escribo, son también una forma de ocupar este espacio. Porque nosotras no queremos solo existir en la ciudad. Queremos moldearla desde nuestra vivencia.

La ciudad no es solo un fondo de concreto y neón.
Es un escenario vivo, moldeado por cada paso, cada voz, cada acto de valentía cotidiana.
Y aunque a veces parezca que el esfuerzo no alcanza, que nuestras historias se pierden entre la velocidad de todo, nos recordamos esto: estamos aquí por algo. No para cumplir expectativas. No para sobrevivir en silencio. Sino para construir una narrativa propia que desafíe la estructura misma que alguna vez nos quiso pequeñas.
Hoy entendemos que ser diferentes no es un error, sino un acto de amor propio.
No queremos encajar. Queremos pertenecer, a nuestra manera.
No buscamos validación. Buscamos resonancia.
Por eso creamos. Por eso escribimos.
Por eso estamos contándote esto, desde un rincón cualquiera de la ciudad, mientras la tarde cae y las luces se encienden una a una, como si cada una dijera: aquí sigo, aunque oscurezca.
¿Dónde está tu lugar en esta ciudad que no se detiene?
¿Has encontrado tu espacio para brillar, o aún lo estás buscando?
Queremos que sepas que tu historia también importa. Que si hoy sentís que nadie te ve, ya nosotras te vemos. Y que si alguna vez pensaste que no eras suficiente, tal vez lo único que faltaba era una mirada que te recordara lo contrario.
Compartí con nosotras tu vivencia, tu proceso, tu lucha, tu descubrimiento.
Este espacio también es tuyo.
Esta pintura urbana no estaría completa sin tu trazo.
En una ciudad que rara vez se detiene, donde las luces no parpadean por cortesía sino por insistencia, dos mujeres caminan con la mirada al frente y el corazón expuesto. Sus nombres: Yesica y angelica. Escritora e ilustradora. Soñadoras, testigos del caos, creadoras de mundos donde la belleza se esconde entre lo cotidiano.
En su más reciente artículo, tejieron con palabras y memoria un retrato de lo que significa ser mujer en un entorno que muchas veces no sabe cómo contenernos. Hablaron de crecer sin permiso, de resistir con ternura, de florecer sin pedir perdón.
Hoy, las entrevistamos para ir más allá del texto. Para conocer qué hay detrás de esas frases que tantas personas han sentido como propias. Para escuchar la voz detrás de las letras y los trazos.
Porque a veces, una historia no se completa hasta que se escucha directamente de quien la vive.
Esta no es una entrevista común. Es un diálogo entre la ciudad, sus habitantes y las semillas que insisten en crecer, incluso en el asfalto.
Entrevistadora: En su último artículo, narran una tarde crepuscular en la ciudad donde reflexionan sobre identidad, pertenencia y fuerza femenina. ¿Qué las inspiró a escribir este texto?
Yesica: Fue una de esas tardes que parecen hablarte sin decir una palabra. Estábamos en una parada de autobús, rodeadas del bullicio de siempre, pero algo era distinto. Tal vez fue la manera en que angelica respiró hondo, como buscando aire en medio del concreto. O la forma en que la ciudad seguía latiendo, sin pedir permiso. Ahí nació el texto: de observarnos a nosotras mismas dentro de este paisaje que muchas veces te quiere invisibilizar.
angelica: Y también de una necesidad profunda de nombrar lo que vivimos. Porque a veces ilustramos, escribimos o creamos sin saber del todo hacia dónde vamos, pero sabemos que tenemos que decirlo. Nos pasa que muchas personas se identifican con lo que compartimos, y eso nos empuja a seguir contando. Esta ciudad tiene tanto ruido, tanta prisa, que a veces una se olvida de sí misma. Este texto fue un recordatorio: estamos aquí, seguimos aquí, y merecemos contar nuestra historia.
Entrevistadora: Hay una imagen muy poderosa en su artículo: la ciudad como un lienzo en movimiento. ¿Cómo influye ese entorno urbano en su proceso creativo?
angelica: La ciudad es caos, pero también es musa. A veces me abruma, otras veces me inspira. Sus luces, los rostros anónimos, los sonidos de fondo… todo eso se cuela en mis ilustraciones sin que me dé cuenta. Me gusta pensar que cada esquina tiene una historia, y que mi lápiz sólo intenta capturar un fragmento.
Yesica: Yo lo vivo como un escenario que nos exige presencia. Aquí no podés pasar desapercibida si querés hacer algo distinto. Tenés que plantarte, afirmarte, buscar tu voz. Es un espacio duro, pero también lleno de belleza escondida. Esa contradicción es la que me impulsa a escribir. Las palabras, para mí, son una forma de resistir.
Entrevistadora: El artículo culmina con una serie de consejos muy poderosos. ¿Cómo surgieron?
Yesica: Son reflexiones que han ido creciendo con nosotras. No fueron escritas desde un pedestal, sino desde la experiencia real de habernos sentido perdidas, confundidas o marginadas. Cada consejo es una conversación que tuvimos alguna vez, entre caminatas o canciones, preguntándonos cómo seguir adelante.
angelica: Nosotras no damos consejos como quien se las sabe todas. Lo hacemos como quien ha tropezado, ha llorado, pero también ha elegido levantarse. A veces no sabés que estás floreciendo hasta que alguien te lo dice. Por eso los compartimos, para que otra mujer se reconozca en ellos y diga: yo también puedo.
Entrevistadora: ¿Cuál de esos consejos resuena más con ustedes en este momento de sus vidas?
angelica: “Encuentra belleza en lo simple.” Sin duda. Porque cuando todo parece desbordarte, un paseo, una canción, una charla honesta puede ser medicina. Es lo que me sostiene cuando siento que no puedo más.
Yesica: Para mí, es “Celebra tu rareza.” Me costó mucho aceptar mis formas, mi manera de crear, de mirar el mundo. Pero aprendí que ser diferente no es algo que deba esconderse. Al contrario, es ahí donde está la fuerza.
Entrevistadora: Finalmente, ¿qué esperan que las lectoras se lleven de este artículo?
Yesica: Que no están solas. Que sus historias importan, incluso si no se ajustan a lo esperado. Que el dolor, el silencio, la rabia, pueden transformarse en algo hermoso si se nombran.
angelica: Que florecer no es un lujo ni un destino final. Es un derecho. Y que hay espacio para todas, incluso en esta ciudad que a veces parece no dejar lugar. Ojalá cada quien encuentre su propia forma de florecer.
Entrevistadora: Gracias por abrirse con tanta honestidad. Esta conversación es, en sí misma, un acto de resistencia.
Yesica y angelica: Gracias por invitarnos a hablar desde lo que somos. Seguiremos creando, compartiendo y floreciendo con quienes resuenen con nuestras palabras.

Hay algo profundamente valiente en decidir ser una misma en un mundo que insiste en decirte quién deberías ser.
Y aún más valiente es hacerlo en medio del ruido, de la prisa, de una ciudad que parece no detenerse nunca.
Este artículo no busca dar respuestas definitivas, ni fórmulas mágicas. Es apenas un fragmento, una voz que se suma al murmullo colectivo de tantas otras que, como nosotras, siguen eligiendo ser fieles a lo que sienten, a lo que sueñan, a lo que son.
Nosotras, Yesica y angelica, seguimos aquí. Caminando. Escribiendo. Ilustrando. Creando espacios donde el alma respire y la diferencia se celebre.
Donde florecer no sea una excepción, sino una posibilidad diaria.
Una forma de resistencia.
Una manera de amar.
Y si alguna vez sentís que no encajás, que el mundo va demasiado rápido o que tu voz no tiene lugar… recordá esto:
Estás hecha para florecer, incluso aquí.
Sobre todo aquí.
Nos leemos pronto.