Cómo Celebrar tus Pequeños Triunfos

¿Emprender sola? A veces es mejor que estar rodeada de quienes solo restan. Yesica y Angélica hablan sin filtros sobre decepciones, frases vacías y cómo encontraron fuerza en el silencio.

Hay recuerdos que viajan en silencio

A veces, sin previo aviso, algo se enciende dentro de nuestra mente: una palabra, una imagen, un suspiro ajeno… y de pronto, estamos allí de nuevo. Volvemos a aquel instante, tan vívido como la primera vez, donde el mundo pareció detenerse solo para enseñarnos algo.

En el tejido enredado de los días del 2023, nosotras, guardianas de este pequeño refugio de letras, escribimos no solo con tinta, sino con el peso de lo vivido. Fue un año abrupto, surcado por sobresaltos que supieron disfrazarse de oportunidades, y por heridas que todavía buscan un nombre. La mezquindad, constante y sutil, nos enseñó a sostenernos cuando lo que más deseábamos era rendirnos.

Nos volvimos expertas en sonreír con la boca, mientras el alma se nos llenaba de nudos. Por dentro, éramos una tormenta encapsulada en un frasco de cristal: aparente calma, pero llena de mareas incontrolables.

A veces, en silencio, deseamos que alguien irrumpiera en nuestras páginas con un grito que rompiera el aire:
“Chicas, estoy aquí. Las leo, las siento, no están solas.”

Pero la realidad es más cruda: el eco nos devuelve frases vacías como “ustedes pueden”, sin manos que sostengan, sin abrazos que abriguen. Hemos aprendido que la persistencia duele. Que darlo todo durante tanto tiempo sin ver respuesta puede agotar hasta la raíz más firme.

Y sin embargo, aquí estamos.

A quienes nos dijeron: “Aléjense de los que solo aparecen cuando triunfan”, les respondemos con otra pregunta:
¿Cómo se llega al triunfo si quienes deberían apoyar solo lanzan palabras al viento y miran hacia otro lado?

Este diario es nuestro santuario, nuestro desahogo íntimo. Tal vez un día sea la biografía de nuestra resistencia. Una prueba de que se puede llorar sin perderse. Que se puede caer y aún así decidir continuar.

Antes de continuar, hagamos una pausa del artículo y leamos estos cinco consejos.

No como fórmula mágica ni verdad absoluta, sino como recordatorio cálido para cuando el camino pese, el silencio duela o el apoyo falte. Que estas palabras te sirvan como ancla cuando todo parezca moverse.

No todo lo que te acompaña, te sostiene.

Aprendé a diferenciar entre presencia y apoyo real. A veces, las personas más cercanas son las que más drenan tu energía. Soltar no siempre es pérdida; muchas veces es acto de protección.

La validación más importante es la tuya.

No esperes que aplaudan tu proceso quienes no entienden tu pasión. Que tu impulso no dependa del reconocimiento externo. Celebrate vos, aunque sea en voz baja. Tu voz interna debe ser tu primer aplauso.

La soledad no es enemiga: es aliada.

Aprendé a estar sola sin sentirte abandonada. Usá ese espacio para fortalecerte, reencontrarte y definir tus propios ritmos. La soledad, bien elegida, es claridad.

Emprender también es elegir a quién dejar fuera.

No todo vínculo es esencial. No todo consejo merece ser escuchado. Parte del crecimiento es filtrar qué voces tienen permiso para influir en tu camino. Cuidá tu entorno como cuidás tu obra.

Si nadie viene a salvarte… salvate vos.

Con lo que tenés, con lo que sabés, con lo que sentís. La acción propia es la única garantía. No se trata de ser fuerte todo el tiempo, sino de no dejarte apagar. Incluso si temblás, incluso si dudás, seguí.

Si vos, lector o lectora, has llegado hasta aquí, queremos agradecerte desde lo más profundo.
Gracias por compartir con nosotras estas líneas que a veces arden, a veces acarician. Que abren, remueven y también abrazan.

Si estás transitando un camino parecido, no desesperes.
No todo está perdido, ni siquiera cuando parece que el suelo desaparece.

Este trayecto no es fácil, lo sabemos. Hay días en que el silencio pesa más que el cansancio. Hay decisiones que duelen. Personas que se van. Y dudas que se instalan sin pedir permiso.

Pero si algo podemos asegurarte es esto: seguís de pie.
Y si seguís de pie, todavía hay historia por escribir.

A veces, basta con una frase, una idea, una compañía invisible que te recuerde que no estás sola, que tu lucha tiene sentido, que tu camino, aunque solitario, es real. Y digno.

Que estos cinco consejos sean ese pequeño faro cuando todo esté oscuro.
Y si en algún momento volvés a caer, no lo tomes como fracaso. Tomalo como pausa. Como oportunidad de respirar. Como espacio para recordar por qué empezaste.

Nosotras seguimos. Con cicatrices, con dudas, con fuerza.
Y si vos también seguís… entonces no estamos tan solas.

Seguimos juntas. Aunque sea en silencio. Aunque sea a la distancia.
Gracias por estar. Gracias por sentir.

Carta para quienes siguen, aun cuando nadie aplaude

Ahora que volvemos a tomar una pausa, nos preguntamos:
¿Recuerdas la primera vez que entendimos que nadie vendría a salvarnos?

—Sí, lo recuerdo.
Fue ese instante exacto en el que ya no esperábamos respuestas, pero igual nos quedamos quietas, deseando que alguien dijera algo distinto, algo verdadero. Estábamos exhaustas, en silencio, con los ojos clavados en un punto muerto, esperando aunque fuera un gesto pequeño. Y lo único que llegó fueron esas frases vacías de siempre:
“Dios las bendiga.”
“Ustedes pueden.”
“No se rindan.”

Como si eso bastara para pagar la luz, calmar la ansiedad o sostener un sueño que tiene hambre.

Lo más duro fue notar de dónde venían. Eran voces familiares. Las mismas que creímos que iban a ser sostén, abrigo, tribuna. Familia. Amistades de años. Gente que nos conoce desde antes de tener esta voz. Pero no. Solo estaban ahí para lanzar al aire palabras sin peso, como quien deja caer una moneda en un pozo seco.

Era como esperar lluvia en un desierto que ellos mismos ayudaron a secar. Nos dimos cuenta, con el tiempo, de que su presencia no solo no ayudaba… drenaba. Cada comentario pasivo, cada mirada cargada de lástima, cada comparación que nos restaba valor… erosionaba nuestras ganas de continuar.

Porque lo que llegaba no era apoyo. Era indiferencia disfrazada de interés. Era ese tipo de consejos que no buscan orientar, sino hacerte retroceder:
“¿Y para qué hacen eso?”
“Eso no da plata.”
“Consíganse un trabajo real.”

¿Real? Como si lo que hacemos no nos quitara el sueño, como si no hubiésemos estudiado, practicado, sacrificado tanto. Como si el alma que dejamos en cada texto, en cada trazo, no tuviera valor por no encajar en su idea de éxito.

Esa es la herida más silenciosa del camino: darte cuenta de que quienes más esperabas tener cerca… son los primeros en desaparecer. O peor, se quedan para señalarte el tropiezo. No conocen el esfuerzo. No entienden lo que cuesta levantarse cada día entre dudas y seguir, aun sin certezas. No han sentido ese vacío que queda cuando lográs algo hermoso y nadie lo ve.

Entonces aprendimos.
Aprendimos a alejarnos.
A elegir la soledad como escudo, no como castigo. Porque estar mal acompañadas agota más que estar solas.

La soledad dolió. Mucho. Pero trajo claridad.
Ellos venían solo a sembrar dudas, a desordenarnos por dentro, a empujarnos sutilmente hacia la rendición.

Y en medio de ese ruido inútil, nació nuestra frase de batalla:
“Lo que no sirve, que no estorbe.”

La aplicamos sin titubeos: personas, pensamientos, hábitos, lugares. Porque este camino de construir lo nuestro no tiene espacio para quien no vibra con nosotras. No hay sitio para quien no cree. Emprender también es aprender a elegir con quién se camina. Y a veces, el paso más valiente… es caminar solas.

Así, sin aplausos externos, comenzamos a celebrarnos.
A sostenernos entre nosotras.
A ser nuestras propias voces de aliento.
Porque cuando nadie más cree en ti, es tu propia voz la que te salva.

Y si alguien que está leyendo esto está pasando por lo mismo…
No estás sola.

La ausencia de apoyo no define tu valor.
El silencio de quienes te rodean no borra tu talento.
A veces, el verdadero crecimiento comienza cuando sueltas a quienes solo sabían frenarte.

Hoy te dejamos esta carta.
No como consuelo ni promesa.
Sino como acto de amor.
De empatía.
De hermandad.

Porque esto no es solo una historia nuestra.
Es también la tuya.
La de muchas que, en medio del ruido, eligieron creer en su voz aunque nadie la escuchara.
Que decidieron no esperar más, y avanzar con lo puesto, con lo que sabían, con lo que sentían.
Aunque temblaran.
Aunque doliera.

Esta carta es un homenaje a las que no tienen a quién contarle su cansancio, pero igual siguen.
A las que lloran en silencio después de cada “no”, pero igual insisten.
A las que transforman la incertidumbre en arte, el miedo en impulso, la soledad en fuego.

No somos débiles por necesitar apoyo.
Somos sabias por aprender a dárnoslo.
Por volvernos refugio, impulso, casa.

Porque si nadie viene a salvarnos…
nos salvamos entre nosotras.
O nos salvamos solas.
Pero nos salvamos.

Y no solo eso:
creamos, crecemos, tejemos nuevos caminos.
Y con cada paso, dejamos huellas para que otras no caminen a oscuras.

Hoy te escribimos para recordártelo:
Sos suficiente.
Sos capaz.
Sos semilla, no resultado.
Y aunque hoy no tengas respuestas, lo estás intentando.
Y eso ya es una forma de valentía.

Así que si alguna vez sentís que no podés más, volvé a esta carta.
Leela como si fuera tuya.
Porque en cierto modo… lo es.

Con respeto, con verdad, con fuego,
Nosotras.

Nosotras.
Las que aprendimos a caminar sin bastones.
Las que hicimos del fracaso un lenguaje propio.
Las que tejimos redes invisibles cuando las visibles se rompieron.

No escribimos desde la rabia.
Escribimos desde la herida que ya no supura, pero no olvida.
Desde la cicatriz que nos recuerda lo que dolió… y lo que aprendimos.

Escribimos porque sabemos que allá afuera hay otras como nosotras,
en la misma lucha, con los mismos vacíos.
Y esta carta quiere ser faro.
No para decirles qué hacer, sino para decirles: acá estamos.

Porque no es verdad que emprender sea solo números y métricas.
También es sostener la fe cuando todo tambalea.
También es llorar en el baño y salir con la frente alta.
También es seguir creando aunque nadie aplauda.

Nosotras seguimos.
No por terquedad,
sino por amor.
Por urgencia.
Por identidad.

Y si alguna vez sentís que vas a soltar, recordá esto:
no estás sola, aunque lo parezca.
Tu camino es real.
Tu sueño importa.
Tu lucha tiene sentido.

Y si nadie lo ve…
nosotras sí.

Por eso escribimos.
Para darte esta carta como abrigo.
Como espejo.
Como promesa silenciosa de que lo que estás haciendo…
vale.

Aunque nadie lo entienda.
Aunque a veces ni vos misma lo entiendas.
Seguí.

Porque aunque no haya escenario…
tu paso deja huella.

Entrevista: Emprender con el alma (y sin la gente que resta)
Una conversación sincera con Yesica y Angélica

Entrevistadora:
Hoy tengo el privilegio de compartir este espacio con dos creadoras valientes, sensibles y profundamente humanas: Yesica y Angélica. Ellas han convertido sus vivencias en un diario vivo, un espacio donde el arte, la escritura y el emprendimiento se entrelazan con emociones reales. Bienvenidas.

Yesica:
Gracias por recibirnos.

Angélica:
Es un placer estar aquí y poder compartir lo que muchas veces se queda guardado en el silencio.

Entrevistadora:
Su último escrito tocó un punto muy delicado: el dolor silencioso que surge cuando uno emprende y espera apoyo… y ese apoyo nunca llega. ¿Cómo lo vivieron ustedes?

Angélica:
Fue un golpe que no esperábamos tan pronto. Emprender ya es un acto solitario, de por sí. Pero al principio, crees que al menos tu círculo más cercano te va a abrazar en el proceso. Pensás: “si alguien va a estar, serán ellos”. Pero no. A veces son los primeros en desaparecer.

Yesica:
Y si no desaparecen, se quedan como sombras. Miran sin ver. Te sueltan frases vacías como “tú puedes”, “no te rindas”, “Dios las bendiga”, y ya. No preguntan cómo estás, no comparten tu contenido, no compran tu arte, no te invitan a mostrar lo que haces. Solo palabras lanzadas al aire… que no construyen, que no sanan, que no alimentan.

Entrevistadora:
Y eso, ¿cómo las afectó emocionalmente?

Yesica:
Es frustrante. Llega un momento en que te preguntas si estás haciendo todo esto para alguien, o si realmente estás sola. Porque, aunque no lo digan directamente, ese abandono duele más que cualquier crítica.

Angélica:
Te sientes menospreciada. Invisible. Como si lo que haces no valiera, como si tus esfuerzos fueran un capricho infantil. Hay familiares que nos siguen llamando “las chicas que dibujan y escriben cositas”, como si fuera un juego y no un proyecto de vida.

Entrevistadora:
¿Y cómo se sobrevive a eso? Porque muchas personas se paralizan, se rinden justo en ese punto.

Angélica:
Primero, duele. Mucho. Te rompe. Pero después… algo se enciende. Entendimos que esperar apoyo de ellos es como esperar cosecha donde nunca se sembró. No tienen la capacidad de acompañarnos porque jamás entendieron nuestro camino.

Yesica:
Y ahí empezamos a elegir. A filtrar. A quedarnos solas si era necesario. Porque estar rodeadas de personas que solo restan energía, que aparecen solo para sembrar duda o hacer comentarios que te apagan… no vale la pena.

Entrevistadora:
En su artículo mencionan una frase que me impactó: “Lo que no sirve, que no estorbe”. ¿Podrían profundizar un poco más en eso?

Yesica:
Esa frase se volvió una brújula. Empezamos a aplicarla sin miedo, con firmeza. A personas, hábitos, pensamientos. Lo que nos apagaba, lo que nos atrasaba emocionalmente, lo que nos deprimía apenas se presentaba… no tenía lugar más en nuestra vida.

Angélica:
Nos dimos cuenta de que cada vez que esas personas reaparecían, nos hacían retroceder. Nos cuestionaban todo. Hasta que comprendimos que su presencia no solo no aportaba… sino que nos estancaba. Nos sentíamos pequeñas frente a ellos, porque así nos miraban. Como si emprender fuera un error que había que corregir.

Entrevistadora:
Entonces, ¿dirían que alejarse fue parte del éxito?

Angélica:
Alejarse fue parte de la sanación.

Yesica:
Fue parte de volver a creer en nosotras. Aprender que emprender no es solo hacer un proyecto: es reconstruirse, es afirmarse, es proteger la chispa interna de quienes quieren apagarla.

Entrevistadora:
¿Y qué le dirían hoy a alguien que está comenzando un camino similar y se siente sola, ignorada, sin apoyo real?

Yesica:
Que no está sola. Que hay muchas personas como nosotras sintiendo lo mismo. Que aunque su entorno no aplauda, su sueño sigue siendo válido.

Angélica:
Y que se aferren a lo que las hace vibrar. A su arte, su visión, su voz. Que escriban, que creen, que construyan, incluso en silencio. Que se conviertan en su propia compañía fiel… porque desde ahí nace todo.

Entrevistadora:
Gracias por esta conversación tan sincera. Gracias por mostrar el lado real del emprendimiento. No el de los logros perfectos, sino el del coraje de resistir.

Yesica y Angélica (a la vez):
Gracias por darnos voz. Por escucharnos. Y por permitir que otros se reconozcan también en nuestra historia.

Emprender nos ha enseñado que no todo el mundo estará para sostenernos, y que muchas veces quienes más esperábamos aplaudiendo son los primeros en guardar silencio. Pero también hemos descubierto algo más profundo: que nuestra fuerza no depende de su aprobación, sino de nuestra convicción.

Elegimos avanzar, incluso con la herida abierta, incluso cuando nadie nos nombra. Porque en este camino hemos aprendido a distinguir entre quienes realmente suman y quienes solo estorban con sus dudas, su ausencia o su indiferencia. Aprendimos que la soledad no es enemiga si con ella llega la paz, y que quedarnos solas nos permitió escucharnos sin ruido externo.

A ti, que estás emprendiendo en medio del abandono, te decimos: no estás equivocada por sentirte herida, pero tampoco estás sola en ese dolor. Este camino es tuyo, y aunque al principio parezca silencioso y frío, poco a poco se llena de sentido, de personas nuevas, y sobre todo… de una versión de ti que jamás se rinde.

Gracias por leernos. Gracias por quedarte. Que tu proceso también florezca en verdad, incluso si no hay testigos.

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