

Descubre un viaje íntimo entre recuerdos de infancia y rituales de cuidado personal, inspirados en la calma y elegancia de nuestros gatos. Un homenaje a la belleza sencilla y auténtica que nos acompaña cada día.
La belleza en lo cotidiano: una carta desde la infancia hasta nuestros rituales de hoy
De niñas, lo más cercano a un ritual de belleza era enjabonarnos con la pastilla blanca que había en la repisa del baño y, si teníamos suerte, usar un champú con algo de acondicionador. Nada más. Vivíamos en una casa compartida con tres varones y dos mujeres, donde las prioridades estaban claras: la comida era esencial, los productos para embellecernos… prescindibles.
En ese entonces, nos acostumbramos a ver el espejo más como un objeto de paso que como un refugio. No porque no nos importara nuestra imagen, sino porque sencillamente no estaba permitido darnos ese lujo.
Pero el tiempo —ese artista silencioso— nos transformó. Con la independencia y los primeros sueldos, empezamos a reconstruirnos desde adentro. Nos dimos permiso para elegir lo que antes parecía un exceso: comer bien, oler a limpio, cuidar nuestro cabello con ternura, vestir con colores que reflejaran nuestras emociones. No como una obligación, sino como un acto de amor propio.
Antes de llegar hasta aquí, fuimos descubriendo pequeños tesoros que hoy forman parte de nuestro ritual cotidiano. No hablamos de moda pasajera ni de marcas. Hablamos de objetos con alma, de hábitos que nos sostienen. Esta entrada no es una vitrina publicitaria, es una cápsula de memoria. Es nuestra forma de rendir homenaje a aquellos productos que, sin saberlo, nos ayudaron a crecer.
Y como todo lo que amamos, quisimos mezclar en este espacio dos pasiones que nos definen: el cuidado personal y la compañía incondicional de nuestros gatos. Porque sí, hay algo profundamente sabio en esos pequeños maestros de la elegancia natural.
Piensa por un momento: ¿alguna vez observaste cómo beben agua? Con paciencia, con atención, como si cada gota importara. Esa devoción por la hidratación debería inspirarnos. ¿Por qué no seguir su ejemplo y aplicarnos esta noche una mascarilla humectante, mientras los miramos dormir enroscados en la manta?
Miran su reflejo sin juicio. Se acicalan con precisión, con un ritmo casi ceremonial. Caminan con una dignidad innata que no necesita adornos. Nos recuerdan que la belleza verdadera nace del cuidado diario, del gesto silencioso de dedicarnos unos minutos aunque el mundo arda afuera.
Y luego está su manera de descansar. Eligen los rincones más cálidos, las esquinas más tranquilas, y allí se entregan por completo. Como si descansar también fuera una forma de honrarse. Qué distinto sería todo si también nosotros encontráramos nuestro propio santuario, aunque fuera por un ratito cada día.
Entre estas reflexiones, queremos compartir algunas de nuestras pequeñas joyas personales, que forman parte de nuestras noches largas y mañanas apacibles:
Arcilla Aztec Secret – Indian Healing Clay
Descubrimos esta mascarilla en una época de búsqueda. No prometía milagros, pero ofrecía algo más valioso: una sensación de pureza, como si la piel respirara por primera vez en mucho tiempo. No es el único secreto de nuestra rutina, pero sin duda es una constante fiel.
El jabón Dove
Podría parecer simple, pero hay una poesía silenciosa en ese aroma que nos acompaña desde la infancia. Es la memoria de duchas rápidas antes de ir a la escuela, de noches frías en que una ducha caliente era el mayor consuelo. Nos recuerda que la belleza puede ser sencilla.
Neutrogena Hydro Boost
Esta crema hidratante es uno de esos gestos silenciosos que hacen la diferencia. La usamos con respeto, casi con ceremonia. Solo en el rostro, como quien reserva lo mejor para lo más sagrado. Deja la piel luminosa, despierta, lista para enfrentar el día.
Aceite de rosa mosqueta – Trilogy
Cada noche, como un último abrazo antes del sueño, dejamos caer unas gotas de este aceite sobre la piel. Lo hacemos con lentitud, acariciando las cicatrices del día, tanto las visibles como las que nadie ve. No hay urgencia, solo una gratitud silenciosa.
Bombas de baño de Lush
Cuando el cuerpo pide tregua, llenamos la bañera, cerramos la puerta y dejamos caer una de estas bombas de colores efervescentes. La fragancia envuelve la habitación y todo parece detenerse. Es el tipo de lujo que no necesita justificación: solo ganas de sentirse viva.
Hoy, más que nunca, entendemos que el cuidado personal no es una cuestión de vanidad, sino de amor. Amor por lo que fuimos, por lo que somos y por lo que aún estamos aprendiendo a ser. Y si en ese camino, un gato se acuesta en nuestras piernas mientras el vapor de la bañera llena el aire, entonces sabremos que vamos bien.
Entrevista a Yesica y Angélica: El origen y corazón de “La belleza en lo cotidiano”
Para comprender mejor la emoción y la intención detrás de su más reciente entrada de blog, charlamos con Yesica y Angélica, escritoras, ilustradoras y creadoras que fusionan la belleza con la ternura felina en un relato íntimo y nostálgico.
— ¿Qué las motivó a escribir un texto que combina la belleza personal con la compañía de los gatos?
Yesica: Desde siempre, la belleza fue un concepto simple y a la vez complicado en nuestra infancia. Crecer en una casa con más niños varones que niñas, y donde las prioridades giraban en torno a necesidades básicas como la comida, hizo que el cuidado personal quedara en segundo plano. Cuando empezamos a independizarnos, nos dimos cuenta de cuánto queríamos reivindicar ese cuidado como una forma de amor propio, de respeto hacia nosotras mismas. Y nuestros gatos, que siempre estuvieron ahí, con su serenidad y elegancia natural, se volvieron símbolos perfectos para ese mensaje. Así que decidimos unir ambas pasiones en un solo espacio.
— ¿Qué busca transmitir el artículo más allá de los consejos de belleza?
Angélica: Más que un listado de productos o rutinas, quisimos compartir un viaje emocional y sensorial. Queríamos evocar la nostalgia de quienes han pasado de la carencia a la abundancia emocional y material, pero siempre con humildad y gratitud. El artículo es un homenaje a esos pequeños rituales que nos sostienen, que parecen simples pero son actos de resistencia y amor en un mundo acelerado. Y por supuesto, una invitación a encontrar inspiración en lo cotidiano, en la calma y sabiduría de nuestros gatos.
— ¿Por qué decidieron no hacer una promoción directa de los productos que mencionan?
Yesica: Porque el artículo no es una publicidad, es un testimonio. Los productos que mencionamos no están aquí para venderse, sino para ser recordados con cariño. Son parte de nuestra historia personal, han sido compañeros silenciosos en momentos que queremos honrar. Eso los hace especiales, y queríamos que el lector sintiera ese apego auténtico, no una recomendación comercial.
— La relación con los gatos aparece como un hilo conductor. ¿Qué aprendieron de ellos para sus propias vidas?
Angélica: Los gatos tienen una manera única de estar presentes sin esfuerzo. Su autocuidado es meticuloso, pero natural, y su capacidad para descansar nos enseña a valorar el tiempo para nosotras mismas. También nos recuerdan que la belleza está en la simplicidad y en la autenticidad. Al observarlos, aprendemos a ser más amables y pacientes con nuestro propio cuerpo y mente.
— ¿Cuál es el mensaje final que desean dejar a sus lectores?
Yesica: Que el cuidado personal es un acto de amor y respeto hacia uno mismo, no un lujo ni una obligación. Que todos merecemos esos pequeños momentos de indulgencia y calma. Y que, a veces, la mejor inspiración puede venir de quienes menos imaginamos, incluso de un gato dormido al sol. Que encuentren en su rutina diaria un refugio de belleza y serenidad.
En este recorrido entre recuerdos y pequeñas rutinas, descubrimos que la verdadera belleza no reside en la cantidad de productos o en rituales complejos, sino en el amor que nos dedicamos a nosotras mismas, con paciencia y respeto. Desde aquellas primeras duchas con jabón sencillo hasta los instantes actuales de cuidado consciente, hemos aprendido que cada gesto cuenta, que cada momento de atención es un acto de ternura hacia nuestro cuerpo y nuestra alma.
Nuestros gatos, con su calma innata y elegancia silenciosa, nos enseñan que la belleza está en la naturalidad, en la humildad de cuidarnos sin prisa ni artificios. Que en la sencillez de un instante —una mascarilla, una crema, un baño tibio— puede residir un refugio de paz y bienestar.
Este pequeño homenaje no es un llamado a consumir más, sino una invitación a valorar lo que ya tenemos y a crear con cariño nuestros propios rituales de cuidado, esos que nos recuerdan que merecemos amor y respeto, siempre.
Que cada noche sea una oportunidad para abrazar la calma, la belleza y la ternura que habitan en nosotras, y que nuestros compañeros peludos sigan siendo esa inspiración silenciosa que nos guía.