Elegir la mejor plataforma para mi tienda online

Consejos accionables para creativas: plan mínimo viable, checklist por producto, correos poscompra y atención cercana que convierte visitas en pedidos.

Elegir casa para mis tiendas: crónica de una decisión creativa

Hoy apoyé los codos en el escritorio y me quedé mirando el cursor parpadear, como un metrónomo que marca el compás de mis dudas. El vapor del café dejó un círculo en la mesa; pasé el dedo, limpié la mancha con una servilleta y volví a la libreta. Dibujé cuatro columnas con un trazo firme: ropa, joyas, arte, impresión bajo demanda. Esos títulos tienen cuerpo: son horas de bocetos, pruebas de color, fichas técnicas con medidas, listas de materiales y una carpeta llena de fotos en bruto que esperan edición.

Cerré tres pestañas del navegador. Abrí otra con reseñas. Aparecen nombres conocidos, entrevistas que mencionan Shopify como un camino directo: tarifas claras, pasarela de pago robusta, plantillas vistosas. Tomo nota y doy un sorbo al café, ya tibio. En la memoria, sin embargo, se enciende un recuerdo preciso: aquella vez quise colocar un bloque de texto con ilustraciones intercaladas y la plantilla me dejó en una esquina estrecha. Pude resolverlo, sí, aunque con trucos que me quitaron una tarde entera.

—¿Vas a volver a armar la tienda ahí? —pregunta Yesica desde la cocina, mientras suena el hervidor.
—Lo estoy pensando —digo, volteando el lapicero entre los dedos—. Me atrae lo sólido, pero me incomoda sentir que no puedo mover las paredes a mi antojo.

Abro una pestaña con Wix. Recuerdo el editor: animaciones vistosas, opciones al alcance, promesas de arrastrar y soltar. También recuerdo el cursor congelado, la barra de progreso avanzando a trompicones, la sesión que se cerró cuando intenté cambiar de plantilla. Ese día apagué la pantalla para que no se apagara mi energía. Anoto: “fluidez creativa por encima del brillo”.

Vuelvo a la libreta y, debajo de la tercera columna, escribo WordPress. Aquí estoy ahora, y me gusta reconocer mi casa: un blog respirando a su ritmo, entradas con voz propia, categorías que ordenan sin amarrar. No fue un camino gratis: 99 USD por el tema; 145 CAD por el hosting con seguridad; 66 USD en complementos para la tienda. Cuento los gastos con paciencia, sin dramatismo. No todo salió bien: un tema falló, pedí reembolso y no llegó; después de insistir, la bandeja de comentarios se llenó de basura en cadena. Lo solucioné con un par de medidas muy concretas: activé un filtro antispam serio, añadí reCAPTCHA, cerré los formularios temporales y revisé permisos. Anoto al margen: “aprendizaje pagado, aprendizaje útil”.

Escena 1: los gestos que ordenan la cabeza

Abro la carpeta de productos. Pongo los aretes sobre una cartulina blanca y ajusto una lámpara con luz cálida. Muevo el trípode dos centímetros. Quito un reflejo con una cartulina negra. Hago cinco disparos, reviso el histograma, repito. Tomo una cinta métrica y apunto medidas exactas: largo, ancho, peso aproximado. Plancho una camiseta para la sesión de ropa; la cuelgo, giro la percha, busco la caída del tejido. Saco el cuaderno de descripciones: materiales, cuidados, contexto. Evito adjetivos vacíos. En su lugar, cuento cómo queda la tela en el hombro, cómo suena el dije cuando se roza con la blusa, qué tinta uso para la lámina de arte y por qué el papel no amarillea.

—Esto es lo que quiero en la web —me digo—: que cada objeto tenga un lugar y una historia legible.

Escena 2: conversación honesta sobre el miedo

Me siento en el suelo, la espalda contra la pared, la libreta sobre las rodillas.

—Tengo miedo de elegir y no vender —confieso.
—Eso no lo resuelve una plataforma —responde Yesica desde la puerta—. Lo resuelven el proceso y la constancia.
—Lo sé. Hago listas para engañar al miedo, para darle una forma.
—Dale un plan —dice, y me alcanza otra hoja.

Lo que sí necesito, hoy

Escribo, en mayúsculas, CLARIDAD. Luego, en minúsculas, una lista concreta:

  1. Control del diseño para escribir, ilustrar y ajustar sin pelear con la plantilla.
  2. Velocidad razonable al editar y al cargar. Si abrir un editor me roba el ánimo, no sirve.
  3. Costes asumibles y transparentes. Prefiero pagar por lo que de verdad uso.
  4. Soporte que responda y una comunidad que documente sin rodeos.
  5. Escalabilidad: empezar pequeño, crecer solo cuando los datos lo pidan.

Con estas cinco líneas en mente, la brújula apunta hacia WordPress. No porque todo sea perfecto, sino porque me permite sostener mi manera de trabajar. Tomo aire: el peso se mueve un poco a la derecha, donde están los hechos.

Por qué no cierro la puerta a Shopify

Anoto otra página con el título: Plan B inteligente. Si en unas semanas el volumen de pedidos escala y necesito una pasarela que optimice procesos específicos, puedo levantar un escaparate especializado en Shopify para una sola línea de producto. Así separo catálogos, evito mezclar demasiadas colecciones y pruebo una experiencia de compra quirúrgica. No es una rendición, es un recurso táctico.

Lo técnico, contado con gestos

—¿Y la integración con YouTube Shop? —pregunta Yesica, cruzando los brazos.
—WooCommerce y YouTube no se comprenden del todo —respondo—. Hoy lo que funciona es lo que puedo controlar: subir videos con enlaces claros a productos, crear una página de enlaces bien ordenada en el sitio y medir. Si YouTube se mueve, yo no puedo vivir a la deriva. Ajusto el timón y sigo.

Cierro el navegador y abro el panel del sitio. Hago cosas pequeñas que, juntas, importan:

  • Reviso los permalinks para que las URLs sean legibles.
  • Instalo un complemento de caché y pruebo que no rompa el carrito.
  • Compruebo que el tema use tipografías del sistema donde se pueda, para no sobrecargar.
  • Optimizo las imágenes con compresión suave; mantengo nitidez, ahorro peso.
  • Creo un borrador de política de devoluciones claro y humano.
  • Escribo un correo de confirmación de pedido con voz cercana, sin discursos enlatados.
  • Defino una estructura de categorías que no se pise: ropa, joyas, arte, impresión bajo demanda. Nada de laberintos.

Un experimento, cuatro semanas

Elijo una línea para abrir camino. Nada de cuatro tiendas a la vez. Una. Preparación de domingo:

  • Semana 1: catálogo mínimo y fotos
    Cinco productos, no más. Cada ficha con medidas, materiales, historia corta y un detalle que solo alguien que crea podría contar: “el trazo gestual en la esquina derecha nace de un error hermoso del primer boceto”.
    Fotos consistentes: fondo neutro, escala real (una mano, una regla), un detalle en primer plano.
  • Semana 2: proceso de compra sin fricción
    Reviso el flujo: añadir, ver carrito, pagar. Quito elementos que distraen. Pruebo con una amiga y observo sus pasos sin intervenir. Tomo notas: dónde duda, dónde sonríe.
  • Semana 3: narrativa y comunidad
    Publico dos entradas de blog: una sobre el proceso detrás de la colección, otra sobre cuidados y materiales. Envío un boletín breve que no mendiga atención; celebra el oficio y deja claro el enlace de compra.
  • Semana 4: medición y ajustes
    Miro datos esenciales: visitas, porcentaje de conversión, carritos recuperados, correos de agradecimiento. No me pierdo en métricas vanidosas. Ajusto una sola cosa por vez para saber qué cambió de verdad.

La escena del spam, contada una sola vez

No me detendré en detalles morbosos. Basta con decir que, tras la disputa por el reembolso, llegaron comentarios basura en cascada. Fui a Ajustes y desactivé el registro automático de usuarios. Activé la moderación previa a la publicación. Añadí reCAPTCHA en los formularios de contacto y comentarios. Instalé un antispam con buena reputación y actualicé la versión de PHP del servidor. Después, respiré. El silencio volvió. Apunté en la libreta: “proteger el espacio es parte del trabajo creativo”.

Dinero: anotar sin culpa

Sumo en voz baja: tema, hosting con seguridad, complementos. No me disculpo ante el gasto. En mi oficio, hay herramientas que cuestan. Lo importante es saber por qué pago y qué me devuelve: control, estabilidad, posibilidad de crecer con orden. Anoto una regla personal: antes de comprar un complemento, pruebo si puedo resolver con lo que ya tengo; si la herramienta ahorra horas de verdad, anotada queda en el presupuesto.

Voz y tienda: la misma casa

Vuelvo al blog. Escribo un párrafo de bienvenida para la colección piloto. Nada de frases huecas. Prefiero contar un instante: la hora exacta en que la tinta se secó, la sombra que dibujó la pieza sobre la mesa, el motivo por el que elegí ese cierre y no otro. La tienda no es un catálogo frío. Es mi taller abierto. Quiero que se note en el tono, en las fotos, en la estructura.

—¿Entonces te quedas en WordPress? —pregunta Yesica.
—Me quedo hoy. Mañana evaluamos, con datos.
—Brindo por eso —dice, y deja dos tazas sobre la mesa.

A quien entra aquí

Si llegaste a este punto, te comparto lo que a mí me funciona: no tapes tu intuición con ruido. Decide con valentía y sostén la decisión con trabajo diario. Ordena tu mesa, limpia tu bandeja de entrada, define una rutina corta que puedas cumplir cuando el entusiasmo baja: veinte minutos de edición de fotos, veinte de descripciones, veinte de mantenimiento técnico. No se trata de héroes nocturnos; se trata de persistencia.

Posdata que importa

Sé que YouTube Shop y WooCommerce no están en plena sintonía. En mi canal, YouTube anda errático últimamente. Tomo nota, ajusto lo que depende de mí y no permito que una integración inestable decida por mi proceso. Si mañana cambian las reglas, yo sigo creando. Esa es la única base firme.

Cierro la libreta. Pego dos notas adhesivas en el borde del monitor: publicar la colección piloto y escribir el boletín del viernes. La duda no desaparece; adopta otra forma: impulso. La claridad no cae del cielo: llega mientras trabajamos. Y hoy, por fin, empiezo.

—Vamos —digo—. Una cosa a la vez.

Dia de pre-lanzamiento: ensayo general

Apenas amanece. Abro el sitio y me pongo en modo prueba. Enciendo la lámpara pequeña del escritorio; el haz de luz cae sobre la libreta abierta.

—Hoy publicamos la colección piloto —digo en voz baja.

Checklist en mano:

  1. Móvil primero. Tomo el teléfono, entro a la portada, navego con el pulgar. Compruebo que los botones tengan aire, que el texto no baile, que las imágenes respeten el ancho. Amplío un producto, pruebo el zoom, cierro con el gesto natural de la mano.
  2. Compra de ensayo. Creo un cupón por un dólar, simulo un pedido completo. Reviso que el correo de confirmación llegue con el asunto claro y el nombre del artículo correcto. Vuelvo al panel y marco el pedido como completado.
  3. Impuestos y envío. Ajusto las tasas según mi provincia; dejo escritas las reglas: local, nacional, internacional. Cargo dos tarifas de ejemplo para probar que el cálculo no sorprenda a nadie en el último paso.
  4. Políticas y claridad. Leo en voz alta la página de cambios y devoluciones. Quito tres frases vacías. Dejo solo lo que respalda a quien compra: tiempos, pasos, contacto.
  5. Accesibilidad. Agrego descripciones alternativas a las fotos: material, textura, cierre. No describo lo obvio; cuento lo útil para quien no ve la imagen.

Guardo cambios. Cierro los ojos diez segundos. Los abro, respiro, guardo otra vez.

—¿Listas? —pregunta Yesica desde la puerta, tazón en mano.
—Listas. Falta un detalle: la portada.

Entro al editor y ajusto el primer bloque: una imagen limpia, un título breve, un botón único. Nada de carruseles que distraigan; una sola dirección.

El instante de publicar

El cursor está sobre “Hacer visible”. Siento el corazón en las yemas. Hago clic. El sitio respira distinto.

—Ahora, a sostener —murmuro.

Preparo el mensaje para el boletín. Escribo sin apuro, con un tono de taller abierto: cuento el porqué de la colección, agradezco el tiempo de quien lee, dejo el enlace. En el asunto, algo nítido: “Nueva colección piloto: cinco piezas, una historia”. Programo el envío para dentro de una hora. Mientras tanto, subo dos clips breves a las redes: solo manos y proceso, ningún truco de humo.

Primer pedido: una escena mínima

Suena la notificación. Miro la pantalla. Un nombre, una dirección, una pieza elegida. Abro la ventana; entra una ráfaga de aire frío.

—Llegó el primero —digo, con la voz más calmada de lo que esperaba.
—Entonces empaqueta —responde Yesica—. Que se note la mano.

Extiendo el papel de seda sobre la mesa. Coloco la pieza centrada. Reviso con una lupa pequeña el acabado del borde. Meto una tarjeta con instrucciones de cuidado, una nota escrita a mano: “Gracias por apoyar un taller vivo”. Cierro con una pegatina discreta. Pego la guía. Tecleo el número para el cliente. Marco “en camino”. Antes de sellar, paso la palma sobre la caja, de izquierda a derecha. Un gesto que me asienta.

Después del primer impulso: ajustar sin ruido

Vuelvo al sitio por la noche. Abro el panel de métricas. No persigo números vanidosos. Busco patrones:

  • ¿De dónde llegaron las visitas que sí compraron?
  • ¿En qué paso se detuvieron quienes no terminaron?
  • ¿Qué foto retuvo más tiempo?

Detecto una traba: en móvil, el selector de variantes pide un toque de más. Lo corrijo: dejo la opción visible desde el inicio, con etiquetas claras. Anoto el cambio en un cuaderno de control: fecha, ajuste, motivo. Quiero saber qué hicimos y para qué.

Una semana de trabajo con los pies en la tierra

Lunes — Fichas que no mienten

Reescribo dos descripciones. Abro la caja de luz, fotografío el interior del cierre y el reverso de una pieza. Los detalles sostienen la confianza. Quito adjetivos huecos; dejo verbos que muestran acciones: “pulir”, “coser”, “ajustar”, “sellar”.

Martes — Soporte que escucha

Respondo tres correos con dudas reales: medidas, tiempos de envío, material alternativo por alergias. Creo plantillas vivas, no rígidas. Cada respuesta deja un paso siguiente: “Si quieres, te envío una foto de escala junto a una moneda”. Cumplo, adjunto la imagen, cierro el hilo.

Miércoles — Mantenimiento sin drama

Actualizo complementos tras hacer una copia de seguridad. Compruebo que la página de carrito siga intacta. Si algo vibra, vuelvo a la copia. Mantengo un tema hijo para preservar ajustes. Escribo en el cuaderno: “actualizado sin conflictos”.

Jueves — Cadencia editorial

Abro el documento del blog. Planifico cuatro títulos para el mes: proceso, materiales, cuidado de piezas, una entrevista breve conmigo misma sobre la colección. Me pongo un límite: 800 palabras, una foto por entrada, un dato técnico útil por texto.

Viernes — Evaluación calmada

Reviso los datos de la semana: visitas, conversión, carritos recuperados, boletín abierto. No comparo con nadie. Comparo conmigo el viernes pasado. Anoto: “dos ventas orgánicas, una por boletín, tasa de abandono menor en móvil tras el ajuste de variantes”.

Sábado — Archivo y orden

Renombro fotos con un patrón claro, guardo en carpetas con fecha. Cierro el día limpiando la mesa; dejo solo la libreta y un lápiz. Orden físico, cabeza limpia.

Un tropiezo técnico y la forma de volver

Al actualizar un complemento de caché, la portada perdió el estilo por segundos. Vuelvo atrás. Borro la caché. Reviso. Todo vuelve a su sitio. Para evitar sustos, establezco un procedimiento:

  1. Prueba en un clon del sitio antes de actualizar.
  2. Lista de comprobación tras cada cambio: portada, ficha, carrito, pago.
  3. Registro de versiones y fecha.
  4. Regla de uno a la vez: nunca actualizo dos cosas sin probar la primera.

Apunto la lección en letras grandes: “la estabilidad también es diseño”.

Sobre empaques y sostenibilidad

Pongo una caja, una bolsa de tela, un sobre acolchado sobre la mesa. Decido que el estándar será caja de cartón reciclado con sello discreto; solo uso bolsa de tela cuando la pieza lo necesita para viajar protegida. Incluyo una tarjeta con instrucciones de cuidado que evita devoluciones por mal uso. No lleno el envío de papeles innecesarios. Prefiero una nota breve, honesta.

—Menos volumen, más sentido —digo, al guardar los materiales.

La conversación con la comunidad

Publico una entrada que cuenta el origen de la colección piloto. No hago promesas grandilocuentes. Invito a dejar preguntas específicas: materiales, procesos, medidas. Abro un pequeño formulario con tres campos: nombre, duda, correo. Respondo en dos franjas horarias fijadas: mañana y tarde. Evito estar pendiente cada diez minutos. También eso es higiene creativa.

El dilema recurrente: una plataforma o dos

Vuelve la pregunta por la tarde, cuando el cansancio hace su ronda.

—¿No sería más fácil migrar todo a Shopify? —pregunta Yesica, apoyada en el marco de la puerta.
—Sería distinto —respondo—. Hoy lo que necesito es una mesa donde pueda ajustar cada tornillo sin pedir permiso. Si mañana la demanda lo pide, abro un escaparate dedicado allí para una sola línea. No cierro puertas. Camino con criterio.

La respuesta me aquieta. Me sirve escribirla en la pared, en una hoja A4, con cinta de papel: decisión honesta para hoy.

Detalles que marcan la página de producto

Me siento con lupa de editora. Abro una ficha y la desarmo pieza por pieza:

  • Título: corto, informativo, sin adornos vacíos.
  • Subtítulo: una línea que diga qué lo hace único (técnica, textura, origen del patrón).
  • Fotos: portada, frente, reverso, detalle macro, escala con mano, foto de uso real.
  • Detalles: medidas exactas, peso aproximado, materiales, cuidados.
  • Historia: tres o cuatro líneas de contexto, suficientes para sostener la conexión, sin entorpecer la compra.
  • Botón: visible, único.
  • Preguntas frecuentes: dos o tres, no más.
  • Entrega y devoluciones: claro y a la vista, no escondido.

Quito un bloque que distrae. Añado un ancla que lleva a “Cuidado de la pieza” sin salir de la página. Grabo un video corto con las manos mostrando el cierre. Lo incrusto. Vuelvo a leer en móvil.

La salud del taller: rutina breve diaria

Escribo una rutina de 60 minutos que protege el día cuando hay ruido alrededor:

  • 20 minutos: fotos o edición.
  • 20 minutos: redacción de fichas o blog.
  • 20 minutos: mantenimiento técnico ligero (copias, actualizaciones con prueba) o soporte.

Si el día está generoso, duplico un bloque. Si está apretado, cumplo estos tres. La constancia, no el heroísmo nocturno, hace avanzar la tienda.

Un apunte sobre YouTube y las integraciones caprichosas

Sigo viendo movimientos erráticos en el canal. En lugar de depender de un conector inestable, creo una página de enlaces limpia: cada video tiene su producto vinculado con una URL corta, rastreable. En la descripción, orden claro: primero la historia breve, luego el enlace, después los créditos. Cuando cambian las reglas, actualizo la página de enlaces una sola vez y todo vuelve a quedar en su sitio. No delego el orden en un servicio que hoy funciona y mañana no.

Segunda semana: abrir otra puerta sin abarcar

La colección piloto respira. Decido sumar una categoría pequeña de arte impreso. Repito el método:

  • Selecciono tres láminas.
  • Describo papel, tintas, conservación, marco sugerido.
  • Muestro el reverso con el sello del taller y la firma.
  • Pongo énfasis en la escala real colgando una lámina junto a un cuaderno tamaño A5.

Antes de publicar, ejecuto el circuito de pruebas de compra en móvil y escritorio. Actualizo el documento de preguntas frecuentes con un punto nuevo: “¿Se ondula el papel con el tiempo?”. Respondo con un párrafo técnico y directo.

El cierre de esta etapa: claridad y oficio

Vuelvo a la libreta del primer día. Repaso columnas, tachones, decisiones. No busco un veredicto eterno; busco pruebas que se sostienen solas. Lo que tengo ahora:

  • Un sitio estable donde escribir y vender sin fricción.
  • Un plan B desplegable si una línea exige otro escaparate.
  • Un método de trabajo que no devora la energía creativa.
  • Una relación honesta con quien compra: ficha clara, envío cuidado, soporte real.

—¿Seguimos? —pregunta Yesica, dejando una taza al lado del teclado.
—Seguimos —respondo—. Una cosa a la vez, con la casa en orden.


Anexo útil: micro-checklist para cada publicación de producto

  • Título breve y concreto.
  • Foto de escala real incluida.
  • Medidas y materiales verificados.
  • Historia en cuatro líneas, no más.
  • Botón único visible.
  • Política de cambios y tiempos de envío a la vista.
  • Prueba de compra completa en móvil.
  • Registro del cambio en el cuaderno (fecha, motivo, resultado esperado).

Nota para quien llega (regalito de ayuda)

Si estás abriendo tu propio taller en linea, este texto te sirve de mapa. Antes de entrar en detalle, aquí va un checklist express para que lo guardes y lo sigas paso a paso:

Checklist express (10 pasos)

  1. Escribe la intención de cada pieza y su uso.
  2. Define medidas clave y materiales posibles.
  3. Haz un prototipo y pruébalo en uso real.
  4. Elige materiales por ficha técnica y durabilidad.
  5. Fotografía con escala real (mano, regla, cuerpo).
  6. Redacta fichas claras: medidas, peso, cuidados, contexto.
  7. Revisa calidad con lupa: bordes, costuras, cierres, superficies.
  8. Prepara empaque útil y sostenible con tarjeta de cuidados.
  9. Publica y prueba la compra en móvil y escritorio.
  10. Atiende con precisión: fotos extra, medidas, un paso siguiente claro.

Ahora sí: te invitamos a entrar al taller.


Sobre el proceso: del taller a tu casa

Slug sugerido: /sobre-el-proceso
SEO title: Sobre el proceso | Yesica y Angelica
Meta description: Conoce el método detrás de nuestras piezas: ideas, materiales, pruebas, fotografía honesta, empaques sostenibles y atención cercana.

Apertura

En este taller caben la mesa, la libreta y la luz de una lámpara que no falla. Aquí nacen los bocetos de ropa, el brillo mínimo de una joya, la tinta que respira en cada lámina y los estampados de impresión bajo demanda. Trabajamos con calma y precisión para que lo que ves en pantalla sea lo que llega a tus manos.

Qué hacemos

  • Ropa con cortes que dejan moverse al cuerpo.
  • Joyería de materiales nobles, pulida a mano.
  • Arte en papel libre de ácido, tintas que resisten el paso del tiempo.
  • Impresión bajo demanda con control de calidad en cada tirada.

Nuestro método

1. Ideas que se escriben

Primero, la libreta: una página para el trazo y otra para las notas. Anotamos intención, uso, medidas estimadas y una lista corta de materiales posibles.

2. Prototipos y pruebas reales

Cortamos una tela, soldamos un alambre, probamos un cierre. Miramos la pieza en uso: hombros, caída, peso en la muñeca, roce del dije en la blusa. Si algo molesta, se corrige.

3. Selección de materiales

Buscamos origen y ficha técnica. En tela, composición y gramaje; en metal, aleación y acabado; en papel, gramaje y pH. Elegimos lo que resiste y envejece con dignidad.

4. Fotografía honesta

Usamos luz constante, fondo neutro y escala real: una mano, una regla, una prenda sobre cuerpo. Cada producto incluye frente, reverso, detalle macro y una foto de uso.

5. Fichas que informan

Medidas exactas, peso aproximado, cuidados y contexto. Sin adjetivos vacíos. Preferimos verbos y datos: coser, pulir, sellar, planchar, lijar.

6. Control de calidad

Antes de publicar, revisamos bordes, costuras, cierres y superficies. Si no pasa la lupa, vuelve a la mesa.

7. Empaque útil y sostenible

Usamos caja de cartón reciclado, protección justa y una tarjeta de cuidados. Solo incluimos bolsa de tela cuando la pieza lo necesita para viajar segura.

8. Publicación y atención

Activamos el producto y probamos la compra en móvil y escritorio. Si llega una duda, respondemos con fotos, medidas y un paso siguiente claro.

Preguntas frecuentes

¿Las fotos muestran el color real?
Cuidamos la luz y calibramos pantallas; puede variar levemente según tu dispositivo. Por eso incluimos fotos de detalle y escala.

¿Cómo cuido mi pieza?
En cada ficha encontrarás instrucciones precisas. Si necesitas una guía adicional para tu clima o uso, responde a nuestro correo y te la enviamos.

¿Hacen envíos internacionales?
Sí. Encontrarás tiempos y tarifas al finalizar la compra. Compartimos número de seguimiento en cuanto sale tu pedido.

¿YouTube Shop está integrado a la tienda?
Trabajamos con enlaces directos desde cada video a las fichas de producto. Preferimos rutas claras y bajo nuestro control.

Cierre con llamado a la acción

Pasa y mira el taller abierto. Cada colección cuenta una historia breve y útil.
[Ver la colección piloto] → enlaza a tu categoría principal.

Newsletter Updates

Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Leave a Reply

Accede a adelantos de nuestros libros, sorteos y materiales inéditos al unirte a nuestro boletín.