Hoy no vengo a enseñar, vengo a compartir
Durante semanas, he estado inmersa en la creación de las ilustraciones para nuestro próximo libro, generando contenido para tantas redes sociales que, sin darme cuenta, me descuidé. Ignoré las señales de agotamiento, dejé que mi espalda gritara a los cuatro vientos que ya era suficiente, y aún así seguí.
No tenía intención de escribir esta entrada. Pensaba que no encajaba con lo que suelo compartir con ustedes. Pero hoy decidí ser honesta. ¿Por qué limitarme a solo mostrar una parte de mí? ¿Por qué seguir alimentando esa idea de que hablar de maquillaje, ropa o productos de cuidado personal es superficial? Porque no lo es. Al menos para mí, no.
Disfruto arreglarme, cuidar mi piel, comprarme esas “cositas” que me hacen sentir bien. Me hace bien sentirme bella y en forma, por dentro y por fuera. Y hoy, decidí dejar atrás ese tabú que me frenaba, y compartir esta faceta. Quizás en el futuro haya más entradas como esta. Si te interesa, suscríbete, y acompáñame mientras dibujo la miniatura de este artículo y te cuento algo muy personal.
No vengo a mostrar una técnica. No voy a recomendarte productos. Tampoco voy a fingir que tengo todo bajo control. Hoy solo quiero compartir un momento real. De esos en los que el color del labial no importa tanto como poder respirar. Aunque sea con los ojos llenos de sombra y la mente llena de ruido.
Me siento frente al espejo. No hay filtros, ni luces perfectas. Solo yo y mi reflejo: un rostro cansado, el mapa de días intensos llenos de tareas, bocetos, pensamientos sueltos y una historia que aún no logro terminar. El estrés no vive solo en la cabeza. A veces se aloja en la piel. Hoy, mi cara lo refleja: ojeras profundas, piel apagada y esa sensación inquietante de que el tiempo avanza, pero yo no.
Y sin embargo… aquí estoy.
Aplico el primer. Mi piel, seca como tierra agrietada, lo absorbe como si lo hubiese estado esperando. No se trata de cubrir imperfecciones. Se trata de cuidarme. Hoy, maquillarme no es vanidad. Es un gesto de amor propio. No quiero ocultar el cansancio, quiero reconocerlo, mirarlo de frente y seguir adelante.
Uso los dedos para aplicar la base, aunque sé que no es lo ideal. Me equivoco, sonrío, susurro un “no está tan mal” y continúo. Este rostro ha llorado, ha reído, ha pasado noches en vela soñando. Merece cada trazo con ternura.
El corrector llega como un pequeño alivio. Como una voz suave que me recuerda que no tengo que cargar con todo sola. A veces, incluso el maquillaje más ligero se siente pesado. No sé si es la textura… o soy yo. Mi piel está rebelde, como mi ánimo.
Paso a los ojos. Siempre han sido mi parte favorita. No porque sean perfectos, sino porque en ellos aún vive una chispa. Aplico un toque de rosado, difumino con cariño. Me concentro, me distraigo, y en ese proceso… me encuentro.
Entonces lo entiendo: esto no es solo maquillaje. Es una conversación íntima conmigo misma.
No todo me queda como quiero. A veces exagero con el rubor, otras no sé cuál pincel usar. Me río. Me permito fallar. Me permito aprender.
Hoy me vestí de rojo. No por pasión, sino para recordarme que todavía tengo fuego dentro, aunque hoy apenas lo sienta.
Termino con el peinado de siempre, el de las prisas. Dos scrunchies, un moño sencillo. No es espectacular, pero es mío. Como este momento. Como este día imperfecto que decidí habitar en lugar de esconder.
Porque crear también es esto: mostrarse sin adornos, cuando podrías fingir. Ser honesta, cuando podrías actuar. Y decirle al mundo: hoy no estoy en mi mejor versión, pero estoy aquí.
Gracias por estar tú también. Por leerme, por acompañarme incluso en los días grises. Nos vemos en la próxima entrada. Tal vez con el rostro más descansado, pero siempre con el mismo corazón.
Continuemos con esto… ahora con una pequeña charlita entre nosotras
Yesica: Bueno, Angelica… después de todo lo que compartimos, creo que es momento de hacer una pausa y darnos este espacio. Una charla entre nosotras, sin guiones.
Angelica: Me encanta la idea. A veces esas conversaciones espontáneas, sin filtros, son las que más nos acercan. Así que, aquí estamos. Vamos a hablar desde el corazón.
🎙️ Entrevista entre Yesica y Angelica

1. ¿Qué te impulsa a seguir creando, incluso cuando sientes que ya no puedes más?
Angélica:
La necesidad de expresarme. Cuando todo se siente demasiado —la rutina, las redes, las responsabilidades— me refugio en el dibujo o en la escritura. No siempre creo desde la inspiración, muchas veces lo hago desde el agotamiento. Y es justo ahí donde encuentro calma. A veces, solo necesito trazar una línea, mezclar un color, escribir una frase… y de a poco, me vuelvo a encender.
Yesica:
Para mí, crear es un recordatorio de por qué empecé. Hay días en los que estoy tan cansada que ni siquiera quiero abrir el cuaderno, pero entonces recuerdo a esa niña que soñaba con contar historias. No quiero apagar esa voz. A veces, basta con ver una ilustración terminada o recibir un mensaje que diga: “esto me llegó al alma”, para saber que sí, todo tiene sentido.
2. ¿Qué le dirían a alguien que siente que no tiene talento suficiente para comenzar?
Yesica:
Le diría: no esperes a sentirte listo. El talento no es un requisito para comenzar, es algo que se cultiva con práctica y constancia. Atrévete a ser principiante, a fallar, a mejorar. Las manos se vuelven hábiles con el tiempo, y el corazón se fortalece con cada intento.
Angélica:
Y agregaría: no te compares. Lo perfecto que ves en redes muchas veces no es real. Lo auténtico tiene muchísimo más valor que lo impecable. Si algo dentro de ti quiere salir —una historia, una ilustración, una idea— dale espacio. No importa si es torpe o imperfecta. Lo importante es que sea tuya.
3. ¿Qué han aprendido de ustedes mismas en los días más difíciles?
Angélica:
Que soy más fuerte de lo que pensaba. He aprendido a reconstruirme con lo que tengo, aunque falten piezas. También he entendido que pedir ayuda no me hace débil, me hace humana. Es en la vulnerabilidad donde muchas veces encuentro mi voz más auténtica.
Yesica:
He aprendido que el silencio también comunica. Que puedo parar, llorar, dudar… y aún así ser valiosa. Me he descubierto en los días grises, cuando nada sale como esperaba. Y aun en esos días, puedo tomar una palabra, un color, y convertirlos en algo bello.
4. ¿Cómo equilibran la creación con el autocuidado?
Yesica:
A veces no lo logramos, y está bien decirlo. Pero intentamos que el autocuidado no sea una tarea más, sino un ritual. Me gusta convertir el maquillaje en un acto de cariño. No para ocultar el cansancio, sino para reconocerlo. También aprendí a tomar pausas sin sentir culpa. La creatividad necesita descanso para florecer.
Angélica:
Y algo que nos ayuda mucho es que nos cuidamos entre nosotras. Nos recordamos cuándo parar, cuándo respirar. Entendimos que no somos máquinas. Y cuando el cuerpo dice basta, hay que escucharlo. La creatividad también se alimenta del amor propio, del descanso, del silencio.
5. ¿Cuál es ese pequeño gesto que las reconecta consigo mismas?
Angélica:
Dibujar solo para mí, sin presión, sin intención de publicar. Como cuando era niña. Tomar el lápiz, sin expectativas, solo para disfrutar el momento. Me devuelve a casa, a esa versión de mí que no necesitaba validación para crear.
Yesica:
Para mí, es encender una vela y escribir sin pensar en si será leído o no. Es mi manera de ordenar el caos interior. Escribir me da claridad, y me hace sentir que mi voz tiene valor, incluso cuando nadie más la escucha.
6. ¿Qué esperan que las personas se lleven de esta charla?
Yesica:
Que no están solos. Que ser creativo no es un camino perfecto, pero sí profundamente valiente. Que cuidarse, parar y permitirse sentir también es parte del proceso. Y que el amor propio no es un destino, sino una práctica diaria.
Angélica:
Quiero que se queden con la idea de que no hay un solo camino correcto. Se puede ser artista, emprendedora, sensible, fuerte, soñadora, todo a la vez. No tenemos que elegir entre crear y sentir. Podemos ser todo lo que somos sin pedir permiso.
Angelica:
Si algo de lo que dijimos resonó contigo, compártelo, escríbenos, o simplemente… abrázate más fuerte hoy. Permítete seguir creando, incluso si es con pausas, incluso si el miedo está ahí.
Yesica:
Gracias por quedarte hasta aquí. Esta charla nació desde el alma, y ojalá haya sembrado una chispa en la tuya. Recuerda: lo que nace con verdad, siempre encuentra su lugar. No dejes de imaginar, de escribir, de dibujar, de ser tú.
Hasta aquí el artículo…
Si llegaste a este punto, primero: gracias. Gracias por regalarte este momento, por leernos con el corazón abierto, por acompañarnos en esta pequeña gran charla entre emociones, cansancio, sueños y creatividad.
Crear, como dijimos, no siempre es fácil. A veces se siente como una montaña, otras como un suspiro. Pero sea como sea, siempre vale la pena. Porque cada gesto —dibujar una línea sin presión, maquillarse con cariño, escribir aunque duela— es una forma de recordarnos que estamos vivas, que seguimos aquí, que seguimos soñando.
Y si esta entrada te abrazó de alguna forma, queremos contarte que nació inspirada en un video que grabé para mi canal de maquillaje. En él, comparto ese ritual cotidiano que a veces salva: el momento de sentarse frente al espejo no solo para verse, sino para reconocerse.
Si te gustaría verlo, está disponible en nuestro canal. Y si te gusta el contenido, suscríbete, déjanos un comentario, cuéntanos si alguna parte resonó contigo. De todos modos, aquí te lo dejamos para que lo veas con calma:
Gracias por estar.
Gracias por leernos.
Gracias por crear, a tu ritmo, con tu luz.
Lo que nace del alma, siempre encuentra a quien lo necesita.
Con cariño,
Yesica y Angélica
Descubre más desde Yesicangelica
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.